jueves, 29 de octubre de 2015

Creo en mi corazón. Gabriela Mistral

Creo en mi corazón, ramo de aromas 
que mi Señor como una fronda agita, 
perfumando de amor toda la vida 
y haciéndola bendita. 

Creo en mi corazón, el que no pide 
nada porque es capaz del sumo ensueño 
y abraza en el ensueño lo creado: 
¡inmenso dueño! 

Creo en mi corazón, que cuando canta 
hunde en el Dios profundo el franco herido, 
para subir de la piscina viva 
recién nacido 

Creo en mi corazón, el que tremola 
porque lo hizo el que turbó los mares, 
y en el que da la Vida orquestaciones 
como de pleamares. 

Creo en mi corazón, el que yo exprimo 
para teñir el lienzo de la vida 
de rojez o palor y que le ha hecho 
veste encendida. 

Creo en mi corazón, el que en la siembra 
por el surco sin fin fue acrecentando. 
Creo en mi corazón, siempre vertido, 
pero nunca vaciado. 



Creo en mi corazón, en que el gusano 
no ha de morder, pues mellará a la muerte; 
creo en mi corazón, el reclinado 
en el pecho de Dios terrible y fuerte.




martes, 27 de octubre de 2015

La hoja de la enredadera. Jorge Bucay

Cuento extraído del libro de Jorge Bucay "Cartas para Claudia".

Este libro está compuesto de los escritos que, durante más de tres años de trabajo terapéutico, Jorge Bucay dedicó a sus pacientes. Con el tiempo, ellos mismos empezaron a compartir y distribuir estas cartas, hasta que, un día, y en vistas del éxito que estaban teniendo, sugirieron a Jorge Bucay que las publicara. Con sus propios recursos y la ayuda de algunos buenos amigos, Jorge Bucay publicó este libro en 1986 con el título Cartas para Claudia. En esta correspondencia imaginaria, Claudia, una ami­ga muy querida por el autor, es la destinataria de un correo revelador que despejará muchas de sus dudas sobre el autoconocimiento, el amor, la belleza de la vida y los secretos de la psicología. El libro se ha convertido ya en todo un clásico de la autoayuda.

martes, 20 de octubre de 2015

Pétalos de vida

Nuestra vida es como los pétalos de una flor, con una particularidad, que esa flor nunca se apaga, es eterna, viaja a través del tiempo en un caminar infinito. Cada pétalo es un momento de nuestra vida en común. Cada estación del año renueva toda su figura, cambiando sus colores y adecuándolo a nuestras vidas mi cielo dorado.

Aquel pétalo pertenece a es fin de semana junto a ti, ese otro a un lunes lluvioso a tu lado, mis sueños con tu imagen es ese otro, esos días y momentos sublimes, de tanto amor, de tanta pasión, de tanta felicidad. Ese otro pétalo representa el día que nos conocimos, aquel día en que la puesta de sol fue excepcional, con ese beso prometido, con ese primer beso tantas veces soñado. Otro pétalo es aquel amanecer dorado, terminado así un primer día  de infinita felicidad. Y otros tantos momentos que pertenecen a otros tantos pétalos hasta componer la flor de nuestros sentimientos encontrados.

Hay muchos pétalos, muchos momentos mágicos, muchos instantes inolvidables. Por eso, en cada estación se renueva esa flor, para dar paso a más instantes extraordinarios, a más momentos de pasión, a acompañarnos en nuestro futuro juntos, a ayudarnos a caminar por esta senda de la vida, para guardar nuestro amor.

Fernando Infante





Canción para ti. Frank Quintero

viernes, 16 de octubre de 2015

La caricia perdida. Alfonsina Storni


Se me va de los dedos la caricia sin causa, 
se me va de los dedos... En el viento, al pasar, 
la caricia que vaga sin destino ni objeto, 
la caricia perdida ¿quién la recogerá? 

Pude amar esta noche con piedad infinita, 
pude amar al primero que acertara a llegar. 
Nadie llega. Están solos los floridos senderos. 
La caricia perdida, rodará... rodará... 

Si en los ojos te besan esta noche, viajero, 
si estremece las ramas un dulce suspirar, 
si te oprime los dedos una mano pequeña 
que te toma y te deja, que te logra y se va. 

Si no ves esa mano, ni esa boca que besa, 
si es el aire quien teje la ilusión de besar, 
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos, 
en el viento fundida, ¿me reconocerás?

Alfonsina Storni


Alfonsina y el mar. Mercedes Sosa

viernes, 9 de octubre de 2015

Amor. Pablo Neruda

Mujer, yo hubiera sido tu hijo, por beberte 
la leche de los senos como de un manantial, 
por mirarte y sentirte a mi lado y tenerte 
en la risa de oro y la voz de cristal. 

Por sentirte en mis venas como Dios en los ríos 
y adorarte en los tristes huesos de polvo y cal, 
porque tu ser pasara sin pena al lado mío 
y saliera en la estrofa -limpio de todo mal-. 

Cómo sabría amarte, mujer, cómo sabría 
amarte, amarte como nadie supo jamás! 
Morir y todavía amarte más. 
Y todavía amarte más y más. 


miércoles, 7 de octubre de 2015

Cenizas. Wello Rivas

(Repertorio de Toña la negra)


Después de tanto soportar la pena de sentir tu olvido 
después que todo te lo dio mi pobre corazón herido 
has vuelto a verme para que yo sepa de tu desventura 
por la amargura de un amor igual al que me diste tú.

Ya no podré ni perdonar ni darte lo que tú me diste
has de saber que de un cariño muerto no existe rencor
y si pretendes remover las ruinas que tú mismo hiciste
sólo cenizas hallarás de todo lo que fue mi amor.


viernes, 2 de octubre de 2015

El cuento del amor y la locura. Mario Benedetti

Cuentan que una vez se reunieron en algún lugar de la Tierra todos los sentimientos y cualidades de los seres humanos. Cuando el Aburrimiento había bostezado por tercera vez, la Locura, como siempre tan loca, les propuso: “¡Vamos a jugar al escondite!”.

La Intriga levantó la ceja intrigada y la Curiosidad, sin poder contenerse, le preguntó: “¿Al escondite?  Y, ¿cómo es eso?”. “Es un juego  —explicó la Locura—  en el que yo me tapo la cara y comienzo a contar desde uno hasta un millón, y, cuando yo haya terminado de contar, el primero de ustedes al que yo encuentre ocupará mi lugar para continuar el juego”.

El Entusiasmo bailó entusiasmado secundado por la Euforia. La Alegría dio tantos saltos que terminó convenciendo a la Duda, e incluso a la Apatía, a la que nunca le interesaba hacer nada.

Pero no todos querían participar. La Verdad prefirió no esconderse… ¿para qué? si al final siempre la hallaban. Y la Soberbia opinó que era un juego muy tonto (en realidad lo que le molestaba era que la idea no hubiese sido suya).  Y la Cobardía prefirió no arriesgarse.

“Uno, dos tres…”, comenzó a contar la Locura.

La primera en esconderse fue la Pereza. Como siempre tan perezosa se dejó caer tras la primera piedra del camino.  La Fe subió al cielo, y la Envidia se escondió tras la sombra del Triunfo que, con su propio esfuerzo, había logrado subir a la copa del árbol más alto. La Generosidad casi no alcanzó a esconderse, cada sitio que hallaba le parecía maravilloso para alguno de sus amigos. Que si un lago cristalino para la Belleza; que si una hendida en un árbol, perfecto para la Timidez; que si el vuelo de una mariposa, lo mejor para la Voluptuosidad;  que si una ráfaga de viento, magnífico para la Libertad;…  Y así terminó por acurrucarse en un rayito de sol.

El Egoísmo, en cambio, encontró un sitio muy bueno desde el principio: aireado, cómodo,… pero sólo para él. La Mentira se escondió en el fondo de los océanos (mentira, se escondió detrás del arco iris). La Pasión y el Deseo, en el centro de los volcanes.  El Olvido,… se me olvidó dónde se escondió el Olvido, pero eso no es lo más importante.

La Locura contaba ya novecientos noventa y nueve mil novecientos noventa y nueve… Y el Drogamor no había aún encontrado sitio para esconderse entre sus flores.

Un millón contó la Locura y comenzó a buscar.

La primera a la que encontró fue la Pereza,… a sólo tres pasos detrás de unas piedras. Después se escuchó la Fe discutiendo con Dios sobre Teología, y a la Pasión y el Deseo los sintió vibrar en los volcanes. En un descuido encontró a la Envidia y, claro, pudo deducir dónde estaba el Triunfo. Al Egoísmo no tuvo ni que buscarlo, él solo salió disparado de su escondite, que había resultado ser un nido de avispas. De tanto caminar sintió sed, y al acercarse al lago descubrió a la Belleza. Y con la Duda resultó más fácil todavía, pues la encontró sentada en una cerca sin decidir aún dónde esconderse.  

Así fue encontrando a todos. Al Talento entre la hierba fresca, a la Angustia en una oscura cueva, a la Mentira detrás del arco iris (mentira,… en el fondo del mar). Hasta el Olvido,…  que ya se había olvidado que estaba jugando a las escondidas.

Pero, sólo el Amor no aparecía por ningún sitio.

La Locura buscó detrás de cada árbol, bajo cada arroyo del planeta, y en la cima de las montañas, y cuando estaba por darse por vencida divisó un rosal y pensó: “El Amor, siempre tan cursi, seguro se escondió entre las rosas”.  Y tomando una horquilla comenzó a mover las ramas,… cuando de pronto se escuchó un doloroso grito… Las espinas habían herido los ojos del Amor, y la Locura no sabía qué hacer para disculparse. Lloró, rogó, pidió perdón y hasta prometió ser su lazarillo.

Desde entonces, desde que por primera vez se jugó en la Tierra al escondite, el Amor es ciego,… y la Locura siempre lo acompaña.