Hoy quisiera escribirte con lágrimas de alegría
desde un tiempo futuro, que con esperanza anticipo,
muy cerca de la madurez, desde la altivez muda
de piedras hirvientes que será nuestro castillo.
Sabe la vida de afirmarse a si misma,
erige fuertes puentes para cruzar abismos,
instituye promesas, escritas en el aire,
y a golpes de esperanza improvisa caminos.
Y nuestros pies adquieren la impresión de un avance
hacia metas de grandeza, en si mismas sublimes,
tal vez no nos movemos, o alcanzamos paisajes
de telón de teatro, parodias o espejismos.
Sin embargo existe lo que es presente,
que juzgamos eterno, desnudos de cinismo,
por el que levantamos las copas de los sueños
en brindis de belleza, de cantos, de suspiros.
Un día todo nuestro, de amplitud luminosa,
al que no dimos sombras ni crepúsculo,
de énfasis perdurable, de vigor e intenciones,
y que prontamente se nos quedó empequeñecido.
Y fuimos avanzando, más bien madurando,
y fue el cielo azul claro tornándose azulado,
y los amores de plata volviéndose de oro,
congelándose en sueños el fondo del pasado.
Desde el rincón del tiempo donde anocheceremos mañana,
cálido rincón futuro desde donde te escribo,
compruebo que recuerdas nuestras horas lejanas
o cuentas las actuales que arrastras en tu morada.
No sé cuánto acumulas de añoranza en el alma,
o si arde tu mente rojo invierno de lo vivido,
yo, que te quiero tanto, sólo deploro el yerro
de no haberme encontrado antes contigo.
Te hablo desde un momento que aún no se ha descargado
en el reloj de arena, desde el fin de un capítulo
que está por escribirse, del litoral lejano
adonde llegará algún día nuestro navío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario