jueves, 25 de junio de 2015

Ausencia. Vinícius de Moraes


Dejaré que muera en mí el deseo 
de amar tus ojos dulces,
porque nada te podré dar sino la pena 
de verme eternamente exhausto.
No obstante, tu presencia es algo 
como la luz y la vida.
Siento que en mi gesto está tu gesto 
y en mi voz tu voz.
No quiero tenerte porque en mi ser 
todo estará terminado.
Sólo quiero que surjas en mí 
como la fe en los desesperados,
para que yo pueda llevar una gota de rocío 
en esta tierra maldita
que se quedó en mi carne 
como un estigma del pasado.
Me quedaré... tu te irás, 
apoyarás tu rostro en otro rostro,
tus dedos enlazarán otros dedos 
y te desplegarás en la madrugada,
pero no sabrás que fui yo quien te logró, 
porque yo fui el amigo más íntimo de la noche,
porque apoyé mi rostro en el rostro de la noche 
y escuché tus palabras amorosas,
porque mis dedos enlazaron los dedos 
en la niebla suspendidos en el espacio 
y acerqué a mí la misteriosa esencia 
de tu abandono desordenado.
Me quedaré solo como los veleros 
en los puertos silenciosos.
Pero te poseeré más que nadie 
porque podré irme
y todos los lamentos del mar, 
del viento, del cielo, de las aves, 
de las estrellas, serán tu voz presente, 
tu voz ausente, tu voz sosegada.

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