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Aunque golpeó la puerta fuertemente y comenzó a gritar, nadie pudo escucharlo.
La mayoría de los trabajadores habían partido a sus casas, y fuera del refrigerador era imposible escuchar lo que ocurría dentro.
Cinco horas después, y al borde de la muerte, alguien abrió la puerta. Era el guardia de seguridad que entró y lo rescato.
Ernesto preguntó a su salvador como se le ocurrió abrir esa puerta si no era parte de su rutina de trabajo, y él le explicó:
"Llevo trabajando en esta empresa 35 años; cientos de trabajadores entran a la planta cada día, pero tú eres el único que me saluda en la mañana y se despide de mí en las tardes. El resto de los trabajadores me tratan como si fuera invisible".
Hoy, como todos los días, me dijiste tu simple "Hola" a la entrada, pero nunca escuché el "Hasta mañana".
Para ti yo soy alguien. Cuando no oí tu despedida, supe que algo te había pasado... Te busqué... ¡¡y te encontré!!
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