jueves, 31 de diciembre de 2015

Parejas de cine

Ingrid Bergman y Humphrey Bogart, en Casablanca


 Vivien Leigh y Clark Gable, en Lo que el viento se llevó


 John Travolta y Olivia Newton-John, en Grease


Rita Hayworth y Glenn Ford, en Gilda


 Laurence Olivier y Joan Fontaine, en Rebeca


Meryl Streep y Clint Eastwood, en Los puentes de Madison


Gregory Peck y Audrey Hepburn, en Vacaciones en Roma


 Gene Kelly y Debbie Reynolds, en Cantando bajo la lluvia


Meryl Streep y Robert Redford, en Memorias de África


lunes, 28 de diciembre de 2015

Vamos a guardar este día... Jaime Sabines


Vamos a guardar este día 
entre las horas, para siempre, 
el cuarto a oscuras, 
Debussy y la lluvia, 
tú a mi lado, descansando de amar. 
Tu cabellera en que el humo de mi cigarrillo 
flotaba densamente, imantado, como una mano 
acariciando. 
Tu espalda como una llanura en el silencio 
y el declive inmóvil de tu costado 
en que trataban de levantarse, 
como de un sueño, mis besos. 

La atmósfera pesada 
de encierro, de amor, de fatiga, 
con tu corazón de virgen odiándome y odiándote. 
todo ese malestar del sexo ahíto, 
esa convalecencia en que nos buscaban los ojos 
a través de la sombra para reconciliarnos. 
Tu gesto de mujer de piedra, 
última máscara en que a pesar de ti te refugiabas, 
domesticabas tu soledad. 
Los dos, nuevos en el alma, preguntando por qué. 
Y más tarde tu mano apretando la mía, 
cayéndose tu cabeza blandamente en mi pecho, 
y mis dedos diciéndole no sé qué cosas a tu cuello. 
Vamos a guardar este día 
entre las horas para siempre.

jueves, 24 de diciembre de 2015

El tamaño de las personas

Una persona es GRANDE cuando
Habla de frente y vive de acuerdo con lo que dice, cuando se interesa por tu vida, cuando sueña contigo, cuando no miente...

Una persona es PEQUEÑA cuando
Se deja regir por comportamientos cliché, cuando quiere quedar bien con todo el mundo, cuando maneja a la gente como un titiritero...



martes, 22 de diciembre de 2015

Amorosa anticipación. Jorge Luis Borges


Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta 
ni la costumbre de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña, 
ni la sucesión de tu vida asumiendo palabras o silencios 
serán favor tan misterioso 
como el mirar tu sueño implicado 
en la vigilia de mis brazos. 

Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño, 
quieta y resplandeciente como una dicha que la memoria elige, 
me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes.

Arrojado a quietud 
divisaré esa playa última de tu ser 
y te veré por vez primera, quizá, 
como Dios ha de verte, 
desbaratada la ficción del tiempo 
sin el amor, sin mí.


jueves, 17 de diciembre de 2015

Alba. Federico García Lorca


Mi corazón oprimido
Siente junto a la alborada
El dolor de sus amores
Y el sueño de las distancias.
La luz de la aurora lleva
Semilleros de nostalgias
Y la tristeza sin ojos
De la médula del alma.
La gran tumba de la noche
Su negro velo levanta
Para ocultar con el día
La inmensa cumbre estrellada.



¡Qué haré yo sobre estos campos
Cogiendo nidos y ramas
Rodeado de la aurora
Y llena de noche el alma!
¡Qué haré si tienes tus ojos
Muertos a las luces claras
Y no ha de sentir mi carne
El calor de tus miradas!
¿Por qué te perdí por siempre
En aquella tarde clara?
Hoy mi pecho está reseco
Como una estrella apagada.

jueves, 10 de diciembre de 2015

El placer de lo simple. Alicia Fernández


El placer de lo simple
El olor a ropa recién lavada, su frescura.
Una gota de lluvia cayendo en la mejilla.
Darte la mano, estrecharte en un abrazo.
Estremecerse con una mirada, acariciar una sonrisa.
Caminar juntos, unidos por el corazón.
Es el placer de lo simple...
Posar la mano en el aire y sentir su brisa.
Besar el sol, dejarse mecer por las olas de la mar.
Llenar un cubo con palabras bonitas y lanzarlas al mundo.
Reír sin parar, llorar de felicidad.
Leer...leerte.
Escribir...escribirte.
Pasar los dedos por tus paginas, ver caer la hoja del árbol.
Sentir una respiración.
El placer de lo simple es... latir con la vida.

martes, 8 de diciembre de 2015

Que es el Amor

Un relato corto que no te dejará indiferente, con una bellas palabras conoceréis lo que el amor.




jueves, 3 de diciembre de 2015

Pájaros de barro. Manolo García



Por si el tiempo me arrastra 
a playas desiertas, 
hoy cierro yo el libro 
de las horas muertas. 
Hago pájaros de barro. 
Hago pájaros de barro y los hecho a volar. 
Por si el tiempo me arrastra 
a playas desiertas, 
hoy rechazo la bajeza 
del abandono y la pena. 
Ni una página en blanco más. 
Siento el asombro de un transeúnte solitario. 
En los mapas me pierdo. 
Por sus hojas navego. 
Ahora sopla el viento, 
cuando el mar quedó lejos hace tiempo. 
Ya no subo la cuesta 
que me lleva a tu casa. 
Ya no duerme mi perro junto a tu candela. 
En los vértices del tiempo anidan los sentimientos. 
Hoy son pájaros de barro que quieren volar. 
En los valles me pierdo, 
en las carreteras duermo. 
Ahora sopla el viento. 
Cuando el mar quedó lejos hace tiempo. 
Cuando no tengo barca, remos ni guitarra. 
Cuando ya no canta el ruiseñor de la mañana. 
Ahora sopla el viento. 
Cuando el mar quedó lejos hace tiempo. 
En los valles me pierdo, 
en las carreteras duermo.


jueves, 26 de noviembre de 2015

Cerrando círculos. Paulo Coelho


Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario, pierdes la alegría y el sentido del resto.

Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos, y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando.

¿Terminó tu trabajo?, ¿“Se acabó tu relación? , ¿Ya no vives más en esa casa?, ¿Debes irte de viaje?, ¿La relación se acabó? Puedes pasarte mucho tiempo de tu presente “revolcándote” en los por qué, en devolver el cassette y tratar de entender por qué sucedió tal o cual hecho.

El desgaste va a ser infinito, porque en la vida, tú, yo, tu amigo, tus hijos, tus hermanos, todos y todas estamos encaminados hacia ir cerrando capítulos, ir dando vuelta a la hoja, a terminar con etapas, o con momentos de la vida y seguir adelante.

No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. ¡Los hechos pasan y hay que dejarlos ir!

Por eso, a veces es tan importante destruir recuerdos, regalar presentes, cambiar de casa, romper papeles, tirar documentos, y vender o regalar libros. Los cambios externos pueden simbolizar procesos interiores de superación. Dejar ir, soltar, desprenderse. En la vida nadie juega con las cartas marcadas, y hay que aprender a perder y a ganar. Hay que dejar ir, hay que dar vuelta a la hoja, hay que vivir sólo lo que tenemos en el presente…

El pasado ya pasó. No esperes que te lo devuelvan, no esperes que te reconozcan, no esperes que alguna vez se den cuenta de quién eres tú… Suelta el resentimiento. El prender “tu televisor personal” para darle y darle al asunto, lo único que consigue es dañarte lentamente, envenenarte y amargarte.

La vida está para adelante, nunca para atrás. Si andas por la vida dejando “puertas abiertas” por si acaso, nunca podrás desprenderte ni vivir lo de hoy con satisfacción. ¿Noviazgos o amistades que no clausuran?, ¿Posibilidades de regresar? (¿a qué?), ¿Necesidad de aclaraciones? , ¿Palabras que no se dijeron?, ¿Silencios que lo invadieron? Si puedes enfrentarlos ya y ahora, hazlo, si no, déjalos ir, cierra capítulos. Dite a ti mismo que no, que no vuelven. Pero no por orgullo ni soberbia, sino, porque tú ya no encajas allí en ese lugar, en ese corazón, en esa habitación, en esa casa, en esa oficina, en ese oficio.

Tú ya no eres el mismo que fuiste hace dos días, hace tres meses, hace un año. Por lo tanto, no hay nada a qué volver. Cierra la puerta, da vuelta a la hoja, cierra el círculo. Ni tú serás el mismo, ni el entorno al que regresas será igual, porque en la vida nada se queda quieto, nada es estático. Es salud mental, amor por ti mismo, desprender lo que ya no está en tu vida.

Recuerda que nada ni nadie es indispensable. Ni una persona, ni un lugar, ni un trabajo. Nada es vital para vivir porque cuando tú viniste a este mundo, llegaste sin ese adhesivo. Por lo tanto, es costumbre vivir pegado a él, y es un trabajo personal aprender a vivir sin él, sin el adhesivo humano o físico que hoy te duele dejar ir.

Es un proceso de aprender a desprenderse y, humanamente se puede lograr, porque te repito: nada ni nadie nos es indispensable. Sólo es costumbre, apego, necesidad. Por eso cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, sacúdete, suéltate.

Hay muchas palabras para significar salud mental y cualquiera que sea la que escojas, te ayudará definitivamente a seguir para adelante con tranquilidad. ¡Esa es la vida!

Paulo Coelho

jueves, 19 de noviembre de 2015

Poema del secreto. José Angel Buesa


Puedo tocar tu mano sin que tiemble la mía,
y no volver el rostro para verte pasar.
Puedo apretar mis labios un día y otro día...
y no puedo olvidar.

Puedo mirar tus ojos y hablar frívolamente,
casi aburridamente, sobre un tema vulgar,
puedo decir tu nombre con voz indiferente...
y no puedo olvidar.

Puedo estar a tu lado como si no estuviera,
y encontrarte cien veces, así como al azar...
puedo verte con otro, sin suspirar siquiera,
y no puedo olvidar.

Ya vez: Tu no sospechas este secreto amargo,
más amargo y profundo que el secreto del mar...
porque puedo dejarte de amar, y sin embargo...
no te puedo olvidar!


martes, 17 de noviembre de 2015

La dama de las llamadas. José Joaquín López

Estuve un año desempleado y en ese tiempo lo único bueno fueron las llamadas de una mujer que nunca llegué a conocer. Sólo llamaba de lunes a viernes, en horario de trabajo, casi siempre al mediodía. Me contaba un poco de su vida y colgaba. No estaba muy interesada en lo que yo hacía. Me confundía con otra persona, y aunque algunas veces intenté explicarle que estaba equivocada, nunca me creyó.

Cuando me despidieron de la empresa en donde trabajaba yo no tenía nada ahorrado y tuve que recurrir a la caridad de mi padre para tener en dónde vivir. Pasé un par de semanas en su casa y luego me habilitó uno de los apartamentos que tenía en alquiler. Mi padre siempre ha vivido de sus rentas y aunque siente algún tipo de estima por mí, no me quería en su casa. Tampoco me quería su mujer.

Mi madre murió cuando yo era adolescente. Mi padre me envió entonces a estudiar a otra ciudad y desde esa época vivimos separados. Siempre he admirado su espíritu emprendedor y su habilidad de negociante, pero algo pasó y no heredé nada de eso.

La primera llamada de la mujer la recibí un viernes por la mañana. Pensé que me llamaban por una plaza a la que había aplicado y respondí con mi saludo formal. ¡Carlos!, soy yo, Elena, me dijo, cuando la confundí con otra persona. Yo no conocía a ninguna Elena, pero como me llamaba Carlos igual que el tipo a quien ella llamaba, seguí la conversación a modo de juego. Me contó que había sabido hace poco de mí y que buscando en internet había dado con mi teléfono. Me extrañó porque me estaba llamando al teléfono fijo del apartamento y que yo supiera nadie había vivido allí durante mucho tiempo.

Te voy a llamar todos los días, me dijo antes de colgar. Yo no pensé que hablara en serio porque no entendí para qué iba a llamar. Yo le dije que estaba bien. Sin embargo cumplió su palabra y continuó llamando, casi siempre al mediodía. Me contaba de sus problemas en el trabajo y de sus peleas con su padre, con quien vivía. Tenía una vida algo aburrida, como supongo que es la de toda la gente. Poco a poco entré en confianza y después de un par de semanas ya platicábamos como grandes amigos.

Supe que trabajaba como recepcionista en una clínica médica en la que habían varios médicos asociados. Ella atendía las llamadas de los médicos, agendaba citas y hacía recordatorios telefónicos. Había días en que tenía muchas llamadas y otros en los que había una o dos. Se llevaba bien con el gastroenterólogo y el traumatólogo, pero la nutrióloga creía que no hacía bien su trabajo y la llamaba a su clínica y le pedía la bitácora de llamadas y el libro de citas para revisarlos una y otra vez. Con el un odontólogo no había mucho contacto y era cordial pero no daba lugar a mucha plática. Y así con los demás médicos.

Cada día me contaba alguna anécdota sobre algún paciente curioso o sobre algún enfermo que le daba lástima. Habían tres hipocondríacos que solían llegar seguido. Casi nunca estaban enfermos realmente. Uno de ellos leía mucho sobre enfermedades en páginas de Internet y llegaba a solicitar órdenes de exámenes para descartar las enfermedades más inverosímiles.

Yo me pasaba casi todo el día aburrido y no tenía cable ni conexión a Internet. Su llamadas se convirtieron en mi tele serie diaria, de la que siempre esperaba un nuevo capítulo. Hoy era la feliz dueña de una cafetera nueva, ayer había hecho más llamadas que nunca. En algunas ocasiones llamaba sólo para decirme que no tenía ganas de hablar porque había amanecido deprimida.

Calculo que habrá tenido unos 25 años. Unas veces me la imaginaba guapa, algo regordeta, con pelo corto y una sonrisa discreta, algo tímida. Otras veces me la imaginaba guapa también, delgada, con pelo largo a los hombros, y una sonrisa cautivadora. A veces, pensaba, se haría la interesante con algún paciente atractivo y tendría algún detalle con los médicos a quienes servía.

Las veces que yo le pedí vernos me decía que ella era una dama y que además yo estaba casado, que cómo me atrevía. Yo no estoy casado, Elena, le decía. Pero el Carlos al que ella llamaba sí lo estaba y de ahí nunca la iba a sacar. De vez en cuando yo insistía, pero ella huía del tema y siempre me decía, enfáticamente, que ella era una dama.

Por sus indicaciones yo sabía en qué edificio trabajaba, pero era ridículo presentarse. Pasaría las de la Penélope de la canción, ella me diría que yo no soy quien ella espera.

Estuvimos hablando por teléfono durante varios meses. La conversación siempre era muy amena. Con el tiempo yo también le contaba qué hacía, que era muy poco. A veces, le contaba, voy a eventos de prensa, digo que tengo una página web y almuerzo de gratis. Hay muchos eventos a los cuales no van muchos periodistas y los organizadores agradecen que alguien llegue a hacer bulto. Los eventos suelen ser en hoteles y después me doy largos paseos a pie por la zona viva, miro a las mujeres bonitas que circulan por ahí y regreso a casa. Leo muchos libros que compro usados, generalmente de relatos cortos. Hago un poco de ejercicio para no perder la forma, hago la limpieza y la comida. No tengo mucho dinero, sólo voy pasando el día a día. Algunas veces me llama un amigo para hacer trabajos de uno o dos días y esos son los días en que no te contesto, Elena.

Pasó el tiempo y conseguí empleo. Le dije a Elena que ya no estaría para contestar sus llamadas. No te creo, me dijo, yo te seguiré llamando. Elenita, le decía yo, estaré trabajando, no podré contestarte. No te creo, vos te queréis deshacer de mí. Le ofrecí mi número de celular, le sugerí que me llamara de noche o los fines de semana, pero no aceptó.

Empecé a trabajar en el nuevo lugar y mientras estuve en casa, no recibí ninguna llamada. Pensé entonces que ella se había olvidado del tema. Aunque la costumbre me había hecho esperar todos los días escucharla, en dos o tres semanas la rutina del nuevo trabajo me hizo olvidarla.

A los cuatro meses de estar de nuevo en el trabajo me dio una infección intestinal y no pude presentarme un lunes. Ese día ella llamó. Hola, soy Elena, dijo. A continuación escuché un largo suspiro. ¿Por qué no contestabas?, dijo después, con voz temblorosa. Elenita, le respondí, yo estoy trabajando, me quedé hoy en casa porque estoy enfermo. Oh, pobrecito, que sigas mejor. Y empezó a contarme lo que le había sucedido todo este tiempo. Te seguiré llamando todos los días, me dijo de nuevo al despedirse. Yo no mejoré y me quedé al día siguiente. Ella volvió a llamar y esa vez le dije que me despedía para siempre. Lloró, pero me dijo que seguiría llamando.

Volví al trabajo y ella, fiel a su costumbre, no me llamó en horas ni días inhábiles. Tiempo después mi padre me dijo que no tenía sentido una línea telefónica fija y que cortaría el servicio, que él pagaba. Bastaba con el celular, me dijo, y yo estuve de acuerdo.

Así terminó la comunicación con la dama de las llamadas. A veces, al mediodía, a la hora en que Elena me solía llamar, me pregunto si ya encontró a alguien que conteste sus llamadas, o si agarró valor y ya habló con el Carlos con quien ella pretendía comunicarse. Otras veces pienso que tal vez ella sólo buscaba alguien que la escuchara y se había inventado todo desde un principio. Y ahora estaría llamando a un montón de números hasta encontrar alguien que por fin la escuche.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Hagamos un trato. Mario Benedetti

Compañera usted sabe puede contar conmigo no hasta dos o hasta diez sino contar conmigo.

Si alguna vez advierte que la miro a los ojos y una veta de amor reconoce en los míos no alerte sus fusiles ni piense qué delirio a pesar de la veta o tal vez porque existe usted puede contar conmigo.

Si otras veces me encuentra huraño sin motivo no piense qué flojera igual puede contar conmigo.

Pero hagamos un trato yo quisiera contar con usted.

Es tan lindo saber que usted existe uno se siente vivo y cuando digo esto quiero decir contar aunque sea hasta dos aunque sea hasta cinco no ya para que acuda presurosa en mi auxilio sino para saber a ciencia cierta que usted sabe que puede contar conmigo.

Mario Benedetti




Triana. Una noche de amor desesperada

martes, 10 de noviembre de 2015

Me gusta cuando callas. Pablo Neruda



Me gustas cuando callas porque estás como ausente, 
y me oyes desde lejos, y mi voz no te toca. 
Parece que los ojos se te hubieran volado 
y parece que un beso te cerrara la boca. 

Como todas las cosas están llenas de mi alma 
emerges de las cosas, llena del alma mía. 
Mariposa de sueño, te pareces a mi alma, 
y te pareces a la palabra melancolía. 

Me gustas cuando callas y estás como distante. 
Y estás como quejándote, mariposa en arrullo. 
Y me oyes desde lejos, y mi voz no te alcanza: 
Déjame que me calle con el silencio tuyo. 

Déjame que te hable también con tu silencio 
claro como una lámpara, simple como un anillo. 
Eres como la noche, callada y constelada. 
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo. 

Me gustas cuando callas porque estás como ausente. 
Distante y dolorosa como si hubieras muerto. 
Una palabra entonces, una sonrisa bastan. 
Y estoy alegre, alegre de que no sea cierto.

Pablo Neruda

jueves, 5 de noviembre de 2015

Mi unicornio azul. Silvio Rodríguez


Mi unicornio azul ayer se me perdió,
pastando lo deje y desapareció.
Cualquier información bien la voy a pagar.
Las flores que dejó
no me han querido hablar.

Mi unicornio azul
ayer se me perdió,
no sé si se me fue,
no sé si extravió,
y yo no tengo más
que un unicornio azul.
Si alguien sabe de él,
le ruego información,
cien mil o un millón
yo pagaré.
Mi unicornio azul
se me ha perdido ayer,
se fue.


Mi unicornio y yo
hicimos amistad,
un poco con amor,
un poco con verdad.
Con su cuerno de añil
pescaba una canción,
saberla compartir
era su vocación.

Mi unicornio azul
ayer se me perdió,
y puede parecer
acaso una obsesión,
pero no tengo más
que un unicornio azul
y aunque tuviera dos
yo solo quiero aquel.
Cualquier información
la pagaré.
Mi unicornio azul
se me ha perdido ayer,
se fue.